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Muy queridos alumnos, padrino (que, sin lugar a dudas, es quien mejor ha cumplido con nuestro lema de Pastoral, puesto que “aquí está”, donde se le ha necesitado), familias, frailes, profesores, compañeros y amigos todos:

Sed bienvenidos en esta tarde feliz, única e irrepetible, en la que acompañamos en su ilusión a esta nueva promoción,  que celebra la suerte de haber coincidido en el espacio y en el tiempo, de haber crecido juntos y de haber avanzado de la mano en los primeros tramos de un camino que, desde aquí, les auguramos emocionante, motivador y provechoso en un futuro.

Han sido los acordes de la banda sonora de una gran película, con un simple y gran título, LA VIDA ES BELLA, los que han adornado vuestra entrada triunfante en el salón de actos hace unos minutos, y ya desde aquí os adelanto que este, precisamente este, es el deseo que toda la comunidad educativa, en el nombre de la cual tengo el placer de hablaros,  quiere expresar para vosotros hoy, 7 de junio de 2019:

Que vuestra vida sea siempre bella y que resuene siempre en vosotros y en vuestro proceder una música interior para el camino, que os mueva, os conmueva y os llene de energía y fuerza en cada jornada, en cada decisión,

con cada persona, en lo sencillo y en lo complejo, en la llanura y en las cuestas.

Corría 1999, justo ahora hace veinte años, cuando se estrenó en España la película en cuestión. Ya os le he contado en clase:  siempre recordaré el impacto emocional que provocó, no solamente en mí,  sino en todo el público de la sala de cine, quieto en sus asientos tras finalizar la película hasta que se agotaron los créditos, aquella historia extrema de un padre esforzado capaz de convertir, para su niño,  la barbarie y las adversidades más grandes en un juego, en una aventura de intriga y emoción, apetecible y digna de ser vivida, empleándose para ello a fondo con su imaginación, su alegría, su humor y su inmenso amor. Lo enseñó a vivir; le dejó la mejor de las herencias.

Estaba yo entonces esperando la llegada del primero de mis dos hijos. Ese día, como madre primeriza en ciernes y como profesora, creo que la esencia de aquella historia caló en mí sin yo darme cuenta, como calan en el corazón las cosas importantes, y se convirtió en la lección ideal, no fácil, nada fácil;   la lección que todos quisiéramos alcanzar a aprender y a practicar en nuestras vidas, y la que quisiéramos alcanzar a proponer para las vuestras.

No sé si es una lección enseñada, ni sé si es una lección aprendida; sí sé que no viene en el currículum oficial, ni tiene escritos en la ley educativa estándares de aprendizaje, pero sí, que es altamente competencial,  aunque eso no importa mucho.

Sé, sobre todo, que es la lección incompleta en la que vuestro colegio estaría orgulloso de haberos iniciado, y que vosotros podréis completar al ir caminando, cada vez más lejos, cada vez más alto, cada vez más fuertes…

La vida da muchas vueltas. Una vuelta pequeña, sin importancia pero curiosa es, por ejemplo, que, puesto que cuando desaparecieron aquella salas de proyección del Carrefour la empresa del cine tuvo la gentileza de donar sus butacas para la reforma de nuestro salón de actos, seguramente fue desde una de las que hoy ocupáis, desde la que tuve la suerte de ver la película en 1999.

Y porque la vida da muchas vueltas, allí donde estéis, por allí por donde paséis, donde os vayáis situando HACED LA VIDA BELLA para vosotros y para los demás; lo puede vuestra mirada, lo puede vuestra inteligencia, lo puede vuestro corazón y lo podrá vuestro esfuerzo…

Hay temarios que nunca se acaban… Otra lección que quizá pudiera tener matices aún pendientes, semillas de lenta pero segura fructificación,  se desprende de la consigna que el P. Leon Dehon, nuestro fundador, nos ofrece en su “DISCURSO SOBRE LA EDUCACIÓN CRISTIANA”. Dice así:

“Conocer el carácter del alumno para saber cómo orientarlo mejor, consiguiendo de él  tanto el camino como el respeto; decir las razones;  habituarlos a la sinceridad;  formarlos en las buenas maneras; hacer agradable el estudio; y sobre todo hacer que en ellos reine la piedad, que es un resumen de todas las buenas inclinaciones del corazón.”

Queridos alumnos, marchad con la certeza de que estas palabras de León Dehon, que podrían ser dichas, sin duda, más alto, pero difícilmente más claro, definen perfectamente la intención que el colegio ha guardado para cada uno de vosotros durante los años en que vuestras familias nos han regalado la mayor prueba de confianza: depositaros en nuestras manos.

Recordad, atesorad y repartid todo el cariño que hayáis percibido en estos años (el cariño es de las pocas cosas que se pueden atesorar y repartir a la vez), y si alguna vez, como humanos que somos, hemos faltado a la consigna, disculpadnos, y si alguna vez, como los seres pensantes que hemos querido hacer de vosotros, nos habéis cuestionado con sentido común, no seáis impacientes; comprended que se trata de nuevo de otra lección incompleta, que vosotros, tarde o temprano, tendréis ocasión de desarrollar con vuestro estilo y con vuestras actitudes. Emulad siempre aquello que en, este, vuestro colegio, os resultó grato,  y si algo, ojalá no, echasteis alguna vez de menos, corregidlo y mejoradlo en vuestras vidas.  Y dadle, finalmente, sentido a las palabras del Padre:

que en (vosotros)  reine la piedad, que es un resumen de todas las buenas inclinaciones del corazón.

Añado, para finalizar, unas palabras ya estrenadas en otras graduaciones de alumnos queridos que, como vosotros hoy, emprendieron viaje en su día:

“Disfrutad del paisaje y cuidadlo, porque sin paisaje no hay viaje, solo meta. ¿No querréis llegar a la meta y habéroslo perdido todo: lugares, situaciones, personas…?

Rodeaos siempre de gente buena, de esa gente que te hace crecer y crecerte.

Sed vosotros gente buena; actuad con alegría, con prudencia, con justicia, con criterio, con generosidad, con gratitud, con misericordia…

Procurad dejar cada lugar, cada situación, cada persona… mejor de lo que los encontrasteis. Solo así progresan las amistades, los amores, las familias, los países…

Recordad siempre de dónde venís, porque tan malo es perder el rumbo como perder la memoria…  Y además, si olvidarais el camino de regreso ¿cómo ibais a venir a vernos? Sabemos que no se dará el caso. Mientras, aquí quedamos, con las puertas abiertas, esperando siempre noticias vuestras…

Nada más, solo agradeceros a vosotros y a vuestras familias el habernos regalado el privilegio de compartir estos años y de haber podido gastar nuestras vidas en las vuestras.

¡Mucha suerte!  ¡Que Dios os bendiga!  ¡Hasta siempre!