My Mission es una experiencia de voluntariado misionero que une juventud, fe, entrega y amistad. Es compartir vida, alegría y misión con otros jóvenes en lugares que lo necesitan —como Ecuador, Venezuela o Argentina—, siendo luz y sal, y construyendo algo único.
Hoy compartimos el testimonio de Alba García, una de las jóvenes que participó en la misión de My Mission en Quito este pasado verano. Una experiencia transformadora, llena de fe, servicio y amor compartido.
👉 Este sábado 25 se celebrará una charla online para todas las personas interesadas en participar en esta experiencia misionera. Es tu momento. Este es tu lugar. ¡Te estamos esperando!
💬 “Quito me ha llenado el corazón de amor y gratitud”
Hace ya algún tiempo que regresamos de nuestro mes de misiones en Quito, pero todavía tengo la sensación de que solo estuvimos allí un par de días o, como mucho, unas semanas. ¡Todo pasó tan rápido!
Antes de partir pensaba que iba con el corazón lleno de ilusión, de alegría y de ganas. Pero me equivoqué. En realidad, lo llevaba cargado de miedos, inseguridades y deseos de control. Era como la cruz dehoniana, con ese hueco en medio en forma de corazón que simboliza el amor que está llamado a entregarse y a darse a los demás. Al principio, ese espacio estaba vacío en mí… pero al final de la misión se fue llenando de todo el amor recibido: el amor de los jóvenes, de cada abrazo de los niños al llegar al vacacional, de cada persona que me confió su vida en una conversación, y hasta de cada pequeño regalo de los grupos de la parroquia que terminaron llenando nuestras maletas de vuelta (sí, incluso pasándonos de peso en el aeropuerto…).
Me he traído tanto de Quito que es imposible expresarlo solo con palabras.
✝️ Una misión que transforma por dentro
Nuestra misión consistía en formar a un equipo de jóvenes de la parroquia para organizar juntos unos vacacionales. Fue impresionante ver su disponibilidad, sus ganas de servir y de ser parte viva de la Iglesia.
A nivel más personal y profesional, me encomendaron la tarea de impartir la Escuela de Vida, una serie de talleres de psicología sobre el conocimiento de uno mismo, el camino personal y la familia. Aunque en mi día a día me dedico a esto, confieso que el primer encuentro lo viví con miedo y con una enorme responsabilidad. Pero pronto entendí que no necesitaba todos los libros de psicología de mi carrera, ni ningún máster: solo tenía que dejarme llevar por Dios y confiar en Él, porque Él mismo era quien me guiaba.
Y no puedo olvidar a mis niños de los talleres de nivelación de Lengua. Solo espero que desde entonces pongan las tildes, escriban bien las “b” y las “v”… ¡Habrá que volver otro año para comprobarlo!
💧 Gratitud y comunidad en cada gesto
Nada de esto habría sido posible sin la comunidad que nos acogió. La falta de agua durante los 15 días de campamento apenas se notó gracias a la entrega del padre Luis y a mis compañeros Joselu y David, que siempre se ingeniaban para que no nos faltara lo esencial.
Porque en medio de cada dificultad, recordábamos que nuestra sonrisa para un joven, nuestro abrazo a un niño o simplemente nuestra compañía eran tesoros de un valor incalculable. Y lo más hermoso era saber que, en realidad, todo eso lo estábamos dando a Dios; que esos días fuimos, con nuestra pequeñez, instrumentos de su gran proyecto.
💛 “Quito ya forma parte de mí”
Por eso, hoy solo puedo dar gracias: a Dios, que me regaló compañeros increíbles que ya son mis amigos; a la comunidad religiosa que nos acogió como a uno más de ellos; a Marta, que nos cuidó como a sus propios hijos; a la hermana Vilma, que nos ayudó en todo y más; y, por supuesto, a todos los jóvenes que pusieron su corazón y sus manos al servicio de los demás.
Sin duda, son una pieza preciosa del Reino de Dios. Quito, y cada persona con la que me crucé en este mes de misión, ya forman parte de mí. No los olvidaré jamás.
Testimonio: Alba García, voluntaria de My Mission en Quito.